jueves, 16 de mayo de 2013

La lluvia es para verla desde la ventana.

Son días de incertidumbre meteorológica. Distintos partes recibidos, por partes, de distintos expertos remitentes. Definimos microclima y observamos una cantidad de melancólicos colores en el horizonte. El mar reflejo del cielo, y las nubes dibujan en las olas la velocidad de su viaje, porque se van, ya se marchan.
La línea que muchas veces diferencia azules, se ha multiplicado en ocasiones, y el paisaje se ha tornado en un espectáculo de obligada retención en la memoria.
La vida, las vacaciones, los momentos de relajo, se viven al momento si queremos seguir teorías de alagados y certeros pensadores, filósofos, poetas e incluso probados charlatanes.
Nos gusta el sol, como brilla, como nos ilumina, como colorea el paisaje, como nos tuesta la piel, nos permite cortar pantalones y mangas.
Pero de vez en cuando, un momentito de lluvia nos transporta a todo lo que se puede encontrar por aquí, y que pocas veces imaginamos. Posiblemente sea una inesperada experiencia. De las que nos llenan el alma, de las que despiertan la magia interior, y exterior. Jamás me atrevería a recomendar sensaciones, pero si tenéis la oportunidad de compartir uno de estos momentos, húmedos por la lluvia, azules marinos por el color, me honraría compartirlos.
Tengo grandes ventanales, desde donde ver un paisaje cambiante por momentos, distinto cada cuanto, como un museo de marinas pintadas al óleo, acuarelas, o con lápices de colores.
Tengo grandes ventanales, ventanas. La lluvia también es para verla desde la ventana.
…y ya saldrá el sol, pronto, muy pronto.

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